(En síntesis): Si bien muchos de los principales indicadores han estado sujetos a cambios drásticos – afectando la veracidad y validez de los datos– en las últimas semanas, el rol de las proyecciones económicas y epidemiológicas ha sido clave por dos motivos: aterrizar información disponible a la fecha y sentar las bases para proponer soluciones ante lo desconocido.
Artículo realizado el 16 de abril del 2020
Dos son las preguntas que uno se hace o que le presenta a un economista: ¿Cómo ves este año? ¿En cuánto va a cerrar el dólar? Si bien algunos lo hacen en tono de broma, dar una respuesta a cualquiera de esas preguntas implica relacionar muchas variables que uno aprende durante la carrera –conceptos de oferta y demanda, principios micro y macroeconómicos, el rol de las principales autoridades, como el MEF y BCRP, teorías de crecimiento económico, comercio internacional, entre otros–.
Tiene que haber un buen sustento, tanto cualitativo como cuantitativo, para dar una cifra prospectiva –teoría económica, bases de datos amplias, regresiones económicas ‘limpias’, representatividad y validez–. Cuando uno ‘acierta’ con alguna predicción, se siente bien porque ha habido un gran proceso de investigación que respalda lo publicado y todo un equipo detrás. Si bien hay factores que uno no anticipa o tenía previsto (shocks externos), estos luego se incorporan en los modelos y se ajustan a los resultados. La paralización de un gran proyecto minero, por ejemplo, puede costar entre 0.5% y 1% del PBI. Si bien no era previsible, el ajuste que se tiene que hacer en las proyecciones es ‘entendible’.
Tal fue el caso, de cierta manera, del resultado final del 2019. Guerra comercial, tensiones políticas, paralizaciones mineras, disolución del congreso y menos órdenes de compra hicieron que se reduzca la proyección de 3.9% a 2.2% hacia fines del año pasado. Es aquí donde, dado lo drástico que fueron los cambios, se cuestiona el rol de los modelos predictivos o la importancia que actualmente se les da.
Lo que viene ocurriendo este 2020 con la propagación del COVID-19 no tiene comparación con situaciones previas. El virus ha generado cambios drásticos en las políticas públicas y, nuevamente, los indicadores han cambiado de manera abismal – a fines del 2019 se proyectaba 3%; ya se ha rebajado el estimado a -15%–. Estos volverán a ser ajustados conforme se tenga más información y se tomen decisiones que afectan a toda la economía. Nuevamente, la validez o el trabajo de quienes se encargan de ajustar las proyecciones entra en discusión y se genera una pérdida de confianza –¿Para qué leo el reporte si lo van a volver a cambiar? ¿Cómo no anticiparon esto? ¿No lo están cambiando cada semana? –.
Es aquí donde, en medio de la incertidumbre y futuro incierto, es importante recalcar dicha labor y no quitarle el mérito que se ha ganado gracias a la rigurosidad del análisis y los buenos equipos que la conforman. La labor de los economistas, analistas de datos, entre otros es una tarea muy importante para tener aproximaciones de lo que podrá ser el desenlace de la actividad económica en los siguientes meses y de qué dependerá. Dichas aproximaciones sirven para diseñar políticas públicas, planes de acción, planes de reactivación, entre otros.
El número final, a veces, termina siendo lo menos importante; dado que lo verdaderamente valioso es toda la información recopilada que lo explica –noticias recientes, promulgación de Decretos de Urgencia, evolución del total de infectados, ejercicios de comparación con economías parecidas, acciones ya tomadas por agentes claves como el MEF, Ministerio de Salud y las entidades bancarias, y más–. La síntesis de información es el verdadero valor agregado de las proyecciones económicas; sin dejar nunca de lado los posibles desencadenamientos porque el respaldo –numérico, teórico y práctico– lo tienen.
El martes 14 de abril se publicó un reporte del Fondo Monetario Internacional de perspectivas económicas globales. La recesión global (por ahora) sería de -3%, luego de haber crecido 2.9% durante todo el 2019. Para el Perú, se estima una contracción de 4.5%. Es probable, dado la enorme cantidad de información que se tiene que recopilar para dicho reporte, que dicha proyección no contemple la última extensión de la cuarentena –por ahora hasta el 26 de abril–. Dicha medida implicará una contracción mayor al 4.5% –por ahora entre -6% y -7%– y conforme más data se tenga (económica, de salud pública, aplanamiento de la curva de contagios por día y más), mejor.
Pablo Lavado, profesor e investigador de la Universidad del Pacifico –ex viceministro de salud también–, recientemente compartió un gráfico del posible efecto en la salud pública y en la economía de la cuarentena. Según el modelo, el número de muertes diarias por millón de habitantes empezaría a reducirse a partir del 3 de mayo. ¿Esto podrá ser una aproximación que signifique que se tendrá que extender la cuarentena hasta esa fecha o más? ¿Le costará más a la economía? ¿Se ajustará el modelo si se presenta nueva información? Para todas las preguntas la respuesta es la misma: sí, es probable. Lo más importante, sin embargo, es seguir haciendo esfuerzos por recopilar información, divulgarla con prudencia, hacerla comprensible y que pueda llegar a las personas que toman decisiones.