(En síntesis): Los resultados del PBI en abril mostraron lo dura que ha sido la cuarentena y lo rígidos que han sido los protocolos de funcionamiento, así como la posibilidad de ajuste del mercado laboral. Se requieren de flexibilizaciones urgentes que aprovechen la dinámica bajo la que operan los mercados para no seguir golpeando la economía y lo que queda del empleo formal.
Artículo realizado el 25 de junio del 2020
El Producto Bruto Interno se contrajo 40.49% en abril frente al mismo periodo del año anterior, de acuerdo con el último reporte del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). Si bien ya había ciertos indicios de que la caída iba a ser abrupta –la producción nacional cayó 16.26% en marzo; con dos semanas de aislamiento obligatorio y medidas menos estrictas que las aplicadas en abril– los analistas no esperaban una contracción tan fuerte. Así, en lo que va del año, el PBI se ha contraído 13.10% entre enero y abril, y -2.63% en los últimos doce meses, según el INEI.
Algunos sectores clave y con una baja tasa de contagio –construcción, manufactura y minería– registraron caídas de 89.72%, 54.91% y 42.29%. El turismo y el comercio, por otro lado, han sido de los más golpeados: el rubro de alojamientos y restaurantes cayó 94.55% y comercio cayó en 65.41%. No es novedad que las caídas drásticas están asociadas a las medidas de aislamiento y restricción de las actividades económicas –cierre de establecimientos, inmovilización, menor consumo de cemento, electricidad, entre otros–. Pero, así como la producción se ha obligado a ajustar a la baja, el mercado laboral formal no se ha dejado ajustar, ocasionando graves daños a la economía; no sólo de liquidez sino de solvencia.
Si bien la segunda fase de la reactivación económica ya empezó –servicios como peluquerías, restaurantes a domicilio, y otras actividades están operando con mayores horarios de atención– hay muchas restricciones, no necesariamente sanitarias, que pueden y deben mejorar. No pretendemos que los funcionarios públicos conozcan todos los negocios. Por tal motivo es tan importante que, antes de imponer restricciones y controlar la forma de hacer negocio, coordinen con los empresarios para encontrar la mejor manera de retomar las actividades económicas. Ha sido importante la labor del Estado para ganar tiempo e incrementar la disponibilidad de camas, ventiladores, oxígeno, medicinas durante esta pandemia y, eventualmente, la vacuna. Mientras tanto, le ha tocado a la ciudadanía cuidarse y capear el temporal con reducción total o parcial de ingresos, hasta retomar sus actividades.
Ha habido una gran demora en decidir si lo centros comerciales formales abrían. Si bien los malls concentran gente por naturaleza, son mucho más ordenados y tienen mayor capacidad de control que los mercados y los centros comerciales informales. Por otro lado, aunque el e-commerce debió permitirse desde el inicio de la cuarentena –se necesitaban computadoras, tablets, celulares y otros– no todos los negocios pueden adaptarse a este formato. La intervención en el funcionamiento de la economía deja mucho que explicar, a la par de medidas como los horarios reducidos, la prohibición de salir los domingos, el cierre de avenidas importantes, la negativa para autorizar la suspensión perfecta de labores cuando hay razones justificadas, y el bajo nivel de aprobación de protocolos de activación al inicio de la reapertura. Todo esto era clave para que la economía no se detuviera por completo o que poco a poco se reactivara.
La misma lógica –reactivar el empleo y negocios sin descuidar la salud en ningún momento– debe aplicarse para otros rubros y ajustando horarios. Miremos el caso de los restaurantes. Los días de mayor concurrencia y/o pedidos son los domingos; lo que hoy no está permitido. Se podría aprovechar, por ejemplo, la naturaleza de este rubro, junto con otros para empezar a flexibilizar ciertas cosas los domingos; y darle oxígeno a la economía. Es probable que, para pequeños, medianos y grandes locales de comida, poder trabajar un domingo valga mucho más que trabajar un lunes, martes o miércoles.
No todos los sectores operan de 9 am a 6 pm, de lunes a viernes; hay que considerar dichos factores para darle ese empuje a la economía y que las cifras no sean como las de abril –la caída estimada para mayo oscila entre 25% y 27%, de acuerdo con las principales consultoras–. Por otro lado, mantener el toque de queda, como propone el Ministerio del Interior, con el objetivo de frenar la delincuencia (que vendrá) jugaría en contra de esta reactivación deseada. A la delincuencia se la enfrenta con estrategia y planificación, no limitando los horarios –que más daño han hecho a los negocios–.
Julio Velarde, presidente del BCRP, señaló a mediados de mayo que cada semana de cuarentena estaba costando entre 1% y 1.2% del PBI. La proyección estimada para fin de año oscila entre -15% y -20%. La lucha por salvar la economía parece ser que está ganando relevancia luego de los últimos decretos y declaraciones de las autoridades.
Son casi tres meses que hemos tenido para informarnos de los riesgos del virus, salir por lo estrictamente necesario, ajustar comportamientos y ver las cosas de otra manera. ¿Todos saldrán corriendo a los centros comerciales el primer día? Muy poco probable. ¿Todo el mundo saldrá de viaje cuando esté permitido? Tampoco. ¿Todos pedirán delivery de comida los domingos? Difícil. Pero el hecho de tener la disponibilidad de hacerlo y que los negocios vayan recuperando a sus clientes sí ayudará a la economía. Velemos por ser ciudadanos responsables y que el gobierno confíe más en el sector privado.