10 de octubre de 2022
*Traducción del mensaje del Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, en el marco de la visita del Secretario de Estado a Colombia, Chile y Perú
Esta semana estuve en Sudamérica para reunirme con nuestros socios en Colombia, Chile y Perú. Nos enfocamos en las prioridades compartidas para apoyar gobiernos con democracias solidas y el respeto por los derechos humanos en todos los países del hemisferio occidental. Juntos enfrentamos la crisis climática, apoyamos los esfuerzos regionales para abordar la migración irregular e implementamos un enfoque holístico para contrarrestar el narcotráfico y sus impactos en la salud, seguridad y medio ambiente. También fuimos parte de la 52 Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) para avanzar los temas más importantes que enfrentan nuestras sociedades en las que se incluye la lucha contra la discriminación e intolerancia. Lea mis palabras en la Asamblea General de la OEA, que este año tiene como tema “Juntos contra la desigualdad y la discriminación”.
Desde nuestra última reunión presencial en la Asamblea General de la OEA, creo que es justo decir que nuestro hemisferio no ha enfrentado pocos desafíos. Ninguna región a nivel global se ha visto más afectada por la pandemia o sus consecuencias económicas que nos trajo.
Y luego, justo cuando empezábamos a recuperarnos, nos enfrentamos a nuevos vientos en contra: el aumento del costo de la energía y los alimentos, situación que se ha visto agravada por la guerra injustificada del presidente Putín contra Ucrania.
Lo que también hemos visto es que las consecuencias se han concentrado de manera desproporcionada en las comunidades que históricamente han sido marginadas o desatendidas como las personas de ascendencia africana y otras minorías raciales y étnicas, comunidades indígenas, las mujeres y niñas, personas con discapacidades o de la comunidad LGBTQI+.
El contexto adverso se ha visto agravado por los desafíos estructurales preexistentes en toda la región: la falta de oportunidades económicas, una crisis climática acelerada y la corrupción endémica. Todo ello está impulsando a las personas a abandonar sus hogares en cantidades históricas, ello a pesar de conocer los graves riesgos del viaje.
Los ciudadanos en nuestro hemisferio esperan que sus gobiernos los ayuden a resolver estos problemas, a crear las condiciones necesarias para brindarles las herramientas que necesitan para mejorar sus vidas. Ésta es una de las pruebas más grandes que nuestras naciones han enfrentado desde que nos reunimos en Lima para adoptar la Carta Democrática Interamericana el 11 de septiembre de 2001, día imborrable para la historia.
Creemos firmemente que podemos superar esta prueba si es que nos unimos para cerrar las brechas entre lo que ofrecen y prometen nuestras democracias.
Primero, podemos atacar las desigualdades existentes en el acceso a oportunidades, que durante mucho tiempo han impedido a las comunidades alcanzar su máximo potencial.
Este pacto social ha estado en el corazón de la OEA desde su concepción. Bajo el liderazgo del presidente Biden, estamos comprometidos a asociarnos con países de toda la región para brindar soluciones a los desafíos que afectan a nuestra gente y que ningún país puede resolver por si solo.
En el Caribe, región donde dos tercios de las personas sufren de inseguridad alimentaria, nos asociamos con la Comunidad del Caribe (CARICOM) para combatir el hambre y la desnutrición, además de brindarle herramientas a los agricultores para que puedan incrementar su productividad y se adapten a los efectos crecientes del cambio climático. De esa manera, las comunidades pueden alimentar a su propia gente y a los demás.
Junto con nuestros socios, estamos trabajando para cumplir el compromiso —que asumimos en la Cumbre de las Américas en junio de este año— de capacitar y equipar a medio millón de trabajadores locales del sector salud en todo el hemisferio con la finalidad que más personas puedan acceder a la atención de calidad que necesitan en sus propias comunidades. Esta iniciativa puede ayudar a revolucionar el acceso y calidad de la atención médica.
Gracias a los esfuerzos del vicepresidente Harris, hemos recaudado US$3,200 millones en compromisos de inversión de más de 40 empresas para promover oportunidades económicas en El Salvador, Guatemala y Honduras. Éstas irán desde ampliar el acceso a la banda ancha en zonas rurales hasta ayudar a crear empleos bien remunerados en sectores de manufactura además de proporcionar un mayor acceso al crédito a empresas pequeñas pertenecientes a minorías y mujeres.
A través de estos esfuerzos y otros, nos enfocamos en empoderar a las comunidades que han recibido una marginación sistemática a lo largo de los años no solo porque es lo correcto, sino porque cuando las comunidades tienen el mismo acceso al desarrollo, toda la sociedad se beneficia. Y porque las democracias más igualitarias tienden a ser socios más estables y seguros. Ese es el espíritu de la Declaración de Lima —“Juntos contra la desigualdad y la discriminación”—que estamos adoptando colectivamente.
Hace unos días en Colombia, tuve el honor de comprometer formalmente a Estados Unidos para ser el primer acompañante internacional del Capítulo Étnico del acuerdo de paz realizado en el 2016.
Este documento es visionario porque reconoce que no se puede lograr una paz duradera sin avanzar hacia una mayor equidad, justicia e inclusión para las comunidades afrocolombianas e indígenas, que sufrieron de manera desproporcionada durante el conflicto belico en Colombia.
Promover la equidad es crucial para construir una democracia duradera, no solo en Colombia, sino en toda nuestra región. Esto también incluye Estados Unidos, donde tenemos una historia profunda de discriminación que se siente en nuestra sociedad. Es por eso por lo que el presidente Biden ha hecho de la lucha por la equidad y la justicia racial una prioridad para nuestra administración, tanto en casa como en todo el mundo.
Esa ha sido una de mis mayores prioridades en el Departamento de Estado porque sabemos que la increíble diversidad de nuestro país es una de nuestras mayores fortalezas, inclusive en nuestra política exterior. Nos hace más fuertes, inteligentes y creativos. Nos da la pluralidad de voces, puntos de vista y visiones que son vitales para nuestro experimento democrático y para ser un mejor socio de otras democracias en el hemisferio. Como parte de ello, nombré a la primera directora de diversidad e inclusión del Departamento para ayudar a impulsar el progreso hacia una institución más diversa que realmente se parezca al país que representa y, también, a nuestra primera Representante Especial para la Equidad Racial y la Justicia, Desiree Cormier Smith, quien es parte de nuestra delegación a la Asamblea General para ayudarnos a promover estos esfuerzos en el mundo.
Esa es una gran pieza en el plan. La segunda es la siguiente: creemos que tenemos que volver a comprometernos a cumplir con los principios fundamentales de nuestra Carta Democrática Interamericana y de la OEA. Hay muchas formas en que los estados miembros pueden ayudar a hacer realidad los compromisos elaborados en esos estatutos.
Podemos condenar inequívocamente los regímenes autoritarios de nuestra región y tomar medidas colectivas para hacerlos responsables.
En Nicaragua, el régimen de Ortega-Murillo está violando descaradamente todos los principios de la OEA y las Cartas Democráticas. Están encarcelando arbitrariamente a sus opositores políticos, reprimiendo a los manifestantes, cometiendo elecciones fraudulentas y atacando y encarcelando a los defensores de los derechos humanos.
El régimen cubano, por su parte, sigue encarcelando a cientos de personas —injustamente detenidas en las protestas del 11 de julio de 2021— por el supuesto de salir a la calle a reclamar pacíficamente por la satisfacción de sus necesidades básicas y por los derechos humanos. Algunos de los capturados son menores de edad y otros fueron sentenciados a décadas de prisión solo por decir lo que piensan.
Mientras tanto, en Venezuela, el régimen de Maduro ha negado muchas veces el derecho del pueblo venezolano a elegir a sus propios líderes, lo que ha provocado una catástrofe humanitaria que ha desplazado a más de 6 millones de refugiados y migrantes venezolanos a los países vecinos, quiénes han mostrado una generosidad extraordinaria. Todos los estados miembros de la OEA deberían poder unirse para apoyar una solución negociada que conduzca a elecciones libres y justas en Venezuela el 2024.
Podemos reafirmar aún más nuestro compromiso con la OEA y las Cartas Democráticas defendiendo sus principios en el mundo, como lo hicieron los Estados miembros cuando la OEA se convirtió en uno de los primeros organismos multilaterales en condenar la brutal guerra del presidente Putin contra Ucrania y luego suspendió la membresía de Rusia como Observador Permanente del organismo.
Es crucial mantenernos unidos en condenar los falsos referéndums de Rusia como una violación del derecho internacional y rechazar inequívocamente cualquier intento de apropiación ilegal del territorio ucraniano. Una muestra de ello es la declaración que firmaron los Estados miembros encabezados por Guatemala y esperamos que los países miembros apoyen de manera similar la resolución de la Asamblea General de la ONU que se espera que se presente la próxima semana.
Por otro lado, podemos ayudar a aquellas democracias vecinas que más luchan para satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. Por ello, copatrocinamos la resolución sobre Haití ante esta Asamblea General. Ésta apoya soluciones —impulsadas por el gobierno, partidos políticos, la sociedad civil, la diáspora y el sector privado de Haití— para tratar el deterioro de la seguridad social en el país, restaurar sus instituciones democráticas y fomentar condiciones para que el pueblo haitiano pueda desarrollar todo su potencial.
Finalmente, podemos hablar de cuando los líderes elegidos democráticamente en nuestra región toman prestado el libro de estrategias autocráticas para tratar de permanecer en el poder y desestabilizar los controles y equilibrios. Esto incluye aprobar una legislación que le de al gobierno más poder para tomar medidas enérgicas contra los medios y la sociedad civil, ampliando los limites de su mandato; o acosar, perseguir y despedir a funcionarios gubernamentales independientes —como fiscales o jueces— por hacer su trabajo. Cada vez vemos a más líderes tomar estas medidas antidemocráticas bajo la falsa excusa que cuentan con el apoyo popular.
Trabajaremos para atraer a más socios a este esfuerzo: organizaciones de la sociedad civil, el sector privado, grupos de jóvenes y otras partes de nuestros gobiernos, razón por la cual Estados Unidos está complacido con el nuevo texto para esta asamblea que buscará una interacción más solida de la participación parlamentaria en temas de interés común.
Quiero dejar muy claro que no se trata de escoger bandos entre la izquierda y la derecha o la postura liberal y conservadora. Se trata de poner nuestro compromiso compartido con la democracia encima de la lealtad a la ideología o al partido. Se trata de defender los derechos y las aspiraciones de las personas en todo nuestro hemisferio. Se trata de ponerse de pie y darle significado a las palabras que firmamos en las cartas, sobre todo en la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Por último, confío en que podemos alcanzar estos objetivos porque, si bien es posible que los ciudadanos no estén satisfechos con la forma que funcionan sus democracias, la mayoría todavía piensa que es la mejor manera de enfrentar los problemas cotidianos que enfrentan y de mejorar sus vidas de manera tangible.
Los ciudadanos todavía creen. Y si es que creen y están dispuestos a comprometerse a ser nuestros socios en el hemisferio para mejorar la democracia desde adentro, entonces no hay desafío que no podamos superar siempre y cuando lo hagamos juntos. Ese es el espíritu que Estados Unidos aporta a nuestra empresa común y a este hemisferio que compartimos.
Agradezco a quienes se han tomado el tiempo de escribirme en los últimos meses. Para compartir sus comentarios, escríbanos a mi equipo y a mí a EmailTeamt@State,gov
Sinceramente,
Secretario de Estado, J Blinken