26 de Abril del 2021

Se cumplen casi dos semanas de la primera vuelta de las Elecciones Generales 2021; que nos dejó a Pedro Castillo, candidato por Perú Libre, y a Keiko Fujimori, candidata por Fuerza Popular, como los que apuntarán al sillón presidencial. Muchos, a pesar de los análisis publicados y encuestas previas, siguen sin asimilarlo: ambos candidatos tienen mochilas que pesan –y pesan bastante–. Definitivamente tomará tiempo para que se esclarezcan las aguas y tengamos una visión más clara de lo que ocurrirá en segunda vuelta y en los próximos años. 

Hay muchas cosas en juego: recuperación económica, adquisición de más vacunas, diversificación productiva, destrabe de proyectos públicos y privados, seguridad ciudadana, reducción de brechas socioeconómicas, y mucho más. Es triste el panorama que le espera al Perú en los próximos cinco años –definitivamente se tendrá que ceder, sea el gobierno que entre; de lo contrario, el país será ingobernable y la incertidumbre persistirá–. Pero hay otra arista, igual de importante que los planes de recuperación, que resulta más lamentable aún: la extrema polarización de Lima, sobre todo de Lima Metropolitana, con el resto de las regiones. En muchas regiones, Pedro Castillo, de Perú Libre, se posicionó como el favorito; mientras que los candidatos de la capital -Hernando de Soto, de Avanza País, y Rafael López Aliaga, de Renovación Popular-, ni se asomaron. 

No es la primera vez que un desenlace electoral sigue esta tendencia y se ‘revienta’ la burbuja de Lima Metropolitana: ocurrió en el 2006, y volvió a ocurrir en el 2011. Es aquí donde se repite el clásico ‘el Perú no es sólo Lima’, ‘parece que no estamos escuchando al resto’; pero no se aprendió. Mejor dicho, hasta ahora no se ha interiorizado lo que realmente significa. 

La situación en muchas regiones del Perú es precaria –la capital lo recuerda cada cinco años, a pesar del crecimiento sostenido de los últimos años. Esto último tiene varios responsables; y definitivamente uno de los principales es el Estado. El pésimo funcionamiento del aparato público en regiones, presupuestos que no se ejecutan, corrupción hasta en los niveles más bajos (casetas policiales, municipalidades distritales, entre otros) y en zonas remotas es prueba de esto. No se le puede echar la culpa al sector privado que ‘sólo extrae’ recursos y se va. Las transferencias por canon minero son un claro ejemplo de dinero que llega a las regiones y se terminan desperdiciando. La lucha contra la corrupción y la ineficiencia estatal es una tarea enorme; y los pasos dados están lejos de tener un impacto significativo.  

Así no seamos los culpables de la corrupción e ineficiencia, no estar al tanto de esta realidad es grave. Es grave porque da señales de indiferencia, es grave porque se traduce en señales de egoísmo, y es grave porque no permite entender un país pluricultural como el Perú. El riesgo viene luego, cuando se transforman en propuestas radicales de un día para otro y, por más que duela admitirlo, será difícil darle la vuelta cuando mucha gente no tiene absolutamente nada que perder. 

En regiones la gente se siente (y está) abandonada. Muchos lo han perdido todo en medio de la crisis sanitaria y económica más grande de las últimas décadas. Es así, luego de que el Estado y demás agentes los dejaron en la ruina, que candidaturas como la de Castillo crecen de manera exponencial y no hay interés en profundizar en los planes de gobierno; a pesar de que el remedio puede ser peor que la enfermedad. Lo que sorprende, sin embargo, es la gente que sigue disociada de esta verdad; y por tanto no contempló este escenario en el corto plazo. No es prudente decir ‘no saben por quién han votado’ y/o tildar a la gente de ignorante. Es momento de tratar de comprender por qué se votó así; pero esta vez de verdad y no volver a asustarnos en cinco años. Detrás de los votos de ambos candidatos a la presidencia hay fallas estructurales que no han sido resueltas. 

Las semanas que vienen no serán nada fáciles; pero es importante tomar nota de ciertas cosas para que nos sirvan de lección. Una lección importante es velar por el bienestar de la nación y de las regiones más vulnerables. Si se ven casos de injusticia o falta de llegada del Estado a regiones vulnerables, es importante levantar nuestra voz como ciudadanos, contribuyentes y como peruanos para que se resuelven problemas, más allá de nuestra zona de influencia. La polarización entre Lima y el resto de las regiones lo ha evidenciado: o tendemos puentes para buscar acuerdos y/o el bienestar de los demás, o seguiremos fraccionados. 

Otra lección importante es dejar de satanizar el voto del resto, dejar atrás esa visión ‘paternalista’, y hacer los esfuerzos por comprenderlo. Las campañas de miedo –desde los medios de comunicación, redes sociales y hasta en chats privados– terminan teniendo el efecto opuesto al deseado (basta con mirar las últimas encuestas para probar este punto) y no se profundiza lo que realmente se tiene que discutir: cómo hemos llegado aquí y cómo lo subsanamos. Faltan semanas para la segunda vuelta; usemos ese tiempo para entender los problemas estructurales que venimos arrastrando en vez de hacer contra campañas desde ahora que no hay nada claro. 

Una tercera lección debería ser demandar información desde diferentes puntos de vista. Esto va desde los medios de comunicación, hasta en la forma en que las encuestadoras recogen información que luego se traducen en ‘sorpresas’. ¿Queremos evitar ‘el Perú no es Lima’? Sencillo: hay que exigir mayor cobertura y difusión de análisis regionales, nuevas caras opinando en señal abierta, para así entender la realidad desde puntos de vista más cercanos a ésta. Hoy en día, eso resulta más valioso; los mismos especialistas en diversos canales y en horario estelar; no.   

Lo último, y lo más importante, es el diálogo; y lo mucho que necesitaremos de éste en las próximas semanas. Se requerirán alianzas, de compromisos, predictibilidad y poner el bienestar del Perú por encima de todo; no los intereses ni las ideologías políticas. De lo contrario, la incertidumbre se mantendrá y no habrá incentivos para invertir en un país con potencial como el nuestro; más aún cuando nuestros vecinos ya se recuperan y están avanzando. 

Esperamos no tener que volver a escribir una reflexión así en cinco años. De hacerlo, no habremos aprendido nada y las brechas crecerán. Es momento de diálogo, dejar de lado sesgos y poner a la gente por encima de todo.