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Latinoamérica post COVID-19: la lucha de las naciones por salir menos golpeadas

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Escribe: Luis Altamirano, economista y editor de AmCham Perú

(En síntesis): Todos los países de la región caerán de manera significativa. Los mismos factores que explicaron cómo han venido aguantando la crisis, y los que la complicaron más de lo debido, determinarán la capacidad para salir adelante cuando se reanuden las actividades en cada nación.

Artículo actualizado el 29 de julio del 2020

Latinoamérica es una las regiones que más sufrirá las consecuencias del COVID-19. Un reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI), cuya publicación fue a mediados de abril –‘mucho más’ que un mes en tiempos de coyuntura–, señalaban una contracción de 5.2% para América Latina y el Caribe. Dicha cifra, poco alentadora de por sí, ya ha sido ajustada a la baja por otras entidades y consultoras. Un último reporte del World Economic Forum señala que la región latinoamericana estaría cayendo 9.4% en el 2020, tal como se señaló hace un par de semanas atrás. Muchas economías claves de la región han prologando los periodos de aislamiento y siguen luchando por contener la propagación de virus.

La región se encuentra luchando contra el COVID-19 como puede. Ya se llegó a los picos de contagio, los servicios de salud están colapsados, hay dificultades para respetar el distanciamiento social y ya se están abriendo las economías de manera gradual. Lo último viene siendo un verdadero reto, dado que ahora depende de la población guardar la distancia, salir cuando sea verdaderamente necesario y seguir haciendo uso de las recomendaciones sanitarias. Al mismo tiempo, la reactivación económica no puede esperar más; situación que se agrava más por el peso del sector servicios y el alto grado de informalidad en la región.

Parece increíble, pero muchas economías ya van de más tres meses bajo Estado de Emergencia –muchas en aislamiento social obligatorio–. Entre aciertos y errores, hay cosas que valen la pena destacar de cómo algunos países vienen enfrentando al COVID-19; tanto desde un enfoque sanitario como económico. Dichas fortalezas, y también debilidades, serán claves para marcar la ruta de recuperación de cada economía. En AmCham Peru hacemos un balance de la situación en algunos países y las oportunidades que se presentan para reducir el impacto de la pandemia.

Economías chicas, pero en orden (por ahora)

En tiempos de crisis global, siempre hay economías que resaltan por su manejo de la situación. En el caso latinoamericano, son economías chicas las que están ‘más avanzadas’ en la lucha contra el COVID-19 y sirven de ejemplo. Tas el caso de Uruguay y Costa Rica: ambas superaron los picos de contagio –fines de marzo y mediados de abril, respectivamente–, no saturaron sus sistemas de salud, no entraron en cuarentenas obligatorias y, poco a poco, ya empiezan a abrir sus economías.

Parte del buen manejo de ambos países –cabe resaltar que son economías con poblaciones de 3.5 millones (Uruguay) y 5.1 millones (Costa Rica)– se debe gracias a la rápida respuesta desde la confirmación del primer caso y el trabajo que venían haciendo para frenar la pandemia; si es que eventualmente llegaba. En el caso de Uruguay, el Estado de Emergencia se declaró el mismo que se confirmó el primer caso, suspendiendo así las clases presenciales (escolares y universitarias) y los eventos públicos. Dado que el virus provino de Europa, se suspendieron todos los vuelos provenientes del continente a los siete días. Asimismo, toda persona con síntomas, con parientes infectados, o que recientemente hayan regresado de viaje, estaba obligada a realizar cuarentena. Si bien no se aplicó una cuarentena obligatoria, parte del buen control a la fecha se dio gracias a que cuentan con un sistema de salud más preparado frente al de los pares (gasto público en salud: 6.4% del PBI, el segundo más alto luego de Cuba) y de mayor cobertura, según la OMS.

La situación es similar en Costa Rica, cuyo desempeño ha sido resaltado por diversos medios internacionales. El país centroamericano vino desarrollando un protocolo de emergencia por el COVID-19 desde fines de enero, si bien su primer caso se confirmó el 6 de marzo. Asimismo, Costa Rica cuenta con un sistema de salud público universal enfocado en el cuidado preventivo; factor clave durante esta pandemia, y un índice de cobertura de salud de 77%, el quinto más alto de la región. Por otro lado, el país también canceló todos los eventos masivos y clases presenciales. Se calcula que el retorno a clases se daría a mediados de julio.

Si bien la situación la situación descrita da a entender que ha habido un buen manejo por parte de dichos países, es importante mirar otras variables que tendrán un crucial para salir de la crisis y tener capacidad de maniobra. La deuda pública uruguaya llegó a representar 67% de su PBI en el 2019, según información oficial, mientras que la de Costa Rica ascendió a 58.4% en el mismo periodo. Una vez empiece la reactivación económica, las acciones que tome el Estado tendrán que considerar dicho factor para evitar que ésta se vuelva insostenible en el mediano y largo plazo.

Mayor el tamaño, mayor el reto

La situación –más conocida dada la cercanía– en economías medianas y grandes es distinta a la descrita previamente. En lo que corresponde a la respuesta inicial frente a los primeros casos, se tuvo una actitud ‘post’ y las medidas (mucho más drásticas) empezaron a la semana de la confirmación de los primeros casos y en medio de mucha incertidumbre –en el caso peruano, no había certeza de quién podía salir a trabajar o no luego del pronunciamiento del domingo 15; que tomó a muchos por sorpresa–.

Dicha descripción se aplica al caso peruano. Las medidas drásticas de un día para otro paralizaron la economía de cara a contener el virus; con resultados no esperados. Con una población de 32 millones y más de 400,000 casos confirmados a la fecha –ya se pasó a China, Alemania, Irán, Turquía y Francia –, los casos activos están volviendo a subir de manera drástica. Si bien responder ‘tarde’ ha salido caro – sistema de salud saturado, ruptura de cadenas de pagos en algunos sectores–, la respuesta desde el aspecto económico ha sido buena en términos agregados. Bono de S/760, liberación con topes de la CTS, plan de estímulo fiscal equivalente al 17% del PBI, entre otros, son medidas que han ayudado a contener la situación. Asimismo, el Perú es el país que más pruebas ha realizado en toda la región (+2,300,000), teniendo así un panorama real de la propagación del COVID-19. Ya empezó el proceso de reapertura, pero éste debe ser muy cuidadoso dado que aún no hay señales concretas de haber dado vuelta al asunto. Seguir la economía sin una contención real puede salir muy caro.

En Chile la situación fue similar, pero un poco menos drástica. El país declaró Estado de Catástrofe por 90 días; dos semanas luego de la confirmación de primer caso. Si bien no se impuso una cuarentena obligatoria, todo aquel con parientes infectados, o que hayan regresado de un país de riesgo, tiene que cumplir periodo de aislamiento. Al igual que el Perú, las fronteras internacionales se cerraron y estableció un toque de queda (10:00 pm a 5:00 am). Si bien el país sigue detectando nuevos casos y su curva sigue en ascenso –acumulando más de 350,000 a la fecha–, la respuesta económica ha sido similar: cuidar la cadena de pagos y la salud pública en la medida de lo posible. Entre los planes económicos frente al COVID-19, el Ministerio de Hacienda creó un fondo de US$2,000 millones que brindará apoyo al 60% de la población más vulnerable (alrededor de 4.5 millones), hubo inyección de liquidez a empresas y se suspendió el pago de interés por inoperatividad. En agregado, el plan de estímulo económico chileno bordea los US$12,000 millones, alrededor del 4.7% de su PBI.

Caso contrario a lo que sucede con Uruguay y Costa Rica, Chile y Perú tienen bajos niveles de deuda – al cierre del 2019 fueron de 27% y 28% como porcentaje del PBI para Perú y Chile, respectivamente–; pero lo que necesitan es una mejor cobertura de servicios (sobre todo el Perú) y sistemas integrales de salud. El no contar con lo último hace que ambos países estén en una situación complicada; golpe que pudo haber sido mucho menor si se hubiese invertido a tiempo en ello porque el dinero, de acuerdo con esas cifras, no era un problema.

 Desorden sin importar el tamaño

 A pesar de contar con realidad muy distintas, tanto Ecuador como Brasil cuentan con las cifras más alarmantes, no hay un eje central de liderazgo, y arrastran problemas previos. En el caso brasileño, ha habido poca coordinación entre el presidente Jair Bolsonaro y los gobernadores de los diferentes estados. Mientras el máximo mandatario pedía que se empiecen a levantar las cuarentenas –algunos estados ya lo han hecho–, algunos gobernadores decidieron extender el periodo de aislamiento dado el alto nivel de contagio: como el caso del Estado de Sao Paulo. Asimismo, el virus no fue visto como una amenaza real en su momento y hoy es el país que más casos de COVID-19 tiene y muchos servicios están colapsados, como el caso de Manaos. Hoy Brasil cuenta con más de 2,600,000 casos confirmados y mas de 95,000 fallecidos.

Ecuador, con una población de 17,6 millones, también padece de un escenario poco alentador. El total de casos supera los 84,000 y el ratio de mortalidad es de los mas altos de la región (6.8%). Los primeros casos de saturación de hospitales se dieron en la provincia de Guayas, el país arrastra una deuda pública que supera el 53% del PBI, y el desplome del precio del petróleo ha generado pérdidas que bordean los US$7,000 millones. Si bien el Banco de Desarrollo de América Latina acaba de aprobar un préstamo por US$400 millones para enfrentar la crisis, seguir acumulando deuda no será sostenible, que también accedió a un préstamo del FMI por US$498 millones para enfrentar la crisis social que se vivió en el 4T2019.

El costo de la informalidad

 Un factor que ha acentuado la crisis del COVID-19 en Latinoamérica es el alto nivel de informalidad. No fue novedad que, cuando salió el programa Reactiva Perú, una de las críticas era que no atendía las necesidades y realidad de los millones de microempresarios en el país. La informalidad, que borda el 70% para el Perú, explica el hecho de que mucha gente subsiste de sus ingresos diarios. Paralizar la actividad económica definitivamente ha sido peor para dicho grupo; que son también los que, en ciertas ocasiones, no han acatado las medidas dictadas porque no tienen cómo sobrevivir.

Esta realidad descrita para el Perú no es muy lejana para otros países de la región. Colombia, que recientemente ha entrado a la OECD, registró un nivel de informalidad de 47% para fines del 2019. Brasil, con sus 212 millones de habitantes y una población ocupada que supera los 90 millones, registro una informalidad en el mercado laboral superior al 41%. Bolivia, por su parte, llega a 63%, mientras que Panamá, hub comercial mas importante de la región, asciende a 43%. En el caso de Costa Rica y Uruguay, las que están ‘mejor’ por ahora, sus tasas son de 36% y 25%, respectivamente. Sin duda, la informalidad en la región es otro de los grandes pendientes por resolver durante y luego de la crisis que estamos atravesando.

Estabilidad y posicionamiento para sobrevivir

Salir de esta crisis tomará años; ello no es ninguna novedad. De acuerdo con la consultora FocusEconomics, la inversión privada caerá como mínimo 7% y el desempleo subirá a más de 10% para el 2020. Parte de capacidad de respuesta para salir adelante, como lo ha sido hasta ahora, vendrá de la solidez de instituciones clave y la composición económica de cada país. Países con altos niveles de deuda y poca capacidad de atraer inversionistas la tendrán más difícil; dado que la contracción en la demanda interna es muy alta y no podrá revertir la situación. Asimismo, hay cierto temor por tomar importantes decisiones de inversión en las familias, lo que afectará a varias industrias en el corto y mediano plazo (inmobiliarias, constructoras, entre otras). Se necesita de un clima de confianza, estabilidad económica y de la apuesta de agentes clave para dar a conocer lo que cada país puede ofrecer al resto en términos comerciales y sellar alianzas.

Es aquí donde aquellos países con industrias sólidas y de bajo nivel de contagio –minería, construcción, manufactura, entre otras– tienen la capacidad de recuperarse en el corto plazo. Dichos son sectores de alto valor agregado y mueven una gran cantidad de hilos dentro de la economía. Asimismo, aquellos países que tengan una buena relación con China también tienen oportunidades: se espera que el giganta asiático crezca 1% este 2020, según el World Economic Outlook, mientras que el resto del mundo entrará en una fuerte recesión –hoy estimada en -4.9%–

Nos espera un largo camino por recorrer y no hay nada escrito en piedra. El reto está en disminuir el golpe y ver de qué manera se van forjando opciones para salir adelante. La pandemia refleja que hay problemas de fondo sin resolver y que detrás de realidades que ‘pintan’ bien, hay problemas que luego tendrán que enfrentar si no se toman acciones ya. Para los países en riesgo, el reto está en cómo se evitará en un futuro que una pandemia como el COVID-19 escale de manera tan rápida a pesar de contar con recursos disponibles.

“El Perú no puede estar entre los primeros países de la región en manejo macroeconómico y entre los últimos en manejo de instituciones y calidad de los servicios públicos, una condición que se ha ratificado en este momento. Estos problemas estructurales nos han vuelto más vulnerables para enfrentar esta crisis. Si no los resolvemos, todas las crisis que vengan en el futuro nos van a golpear más fuerte”, dijo María Antonieta Alva, ministra de economía del Perú, en una entrevista para el Diario La República.

Mucho se aprenderá de esta crisis, la primera que viven las nuevas generaciones, y quedan muchas tareas pendientes. El momento para pensar en soluciones es ahora.

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