4 de Febrero del 2021
De acuerdo con la Real Academia Española, el populismo se define como una ‘tendencia política que pretende prestar atención especial a los problemas de las clases populares’. Dicho término, hoy por hoy, ‘suena’ mucho en redes sociales y en las discusiones políticas; tanto de cara a las elecciones presidenciales, como en las medidas que anuncia (y anunció) el Ejecutivo y, principalmente, por las propuestas y leyes del Congreso de la República.
De acuerdo con Cas Mudde, citado en un artículo de la BBC, politólogo neerlandés, el populismo refleja la idea de que la sociedad está dividida en dos: el pueblo y la élite (corrupta). Hoy por hoy, sin embargo, el populismo se usa, en tono crítico, hacia medidas y/o decisiones que carecen de evidencia y ‘pretenden’ ser beneficiosas para la mayoría; pero en realidad no lo son y/o son poco factibles. Las decisiones y propuestas de este tipo son, en muchos casos, jugadas políticas.
El populismo no es propio de la izquierda ni de la derecha. Lo vimos (vemos) en la Venezuela de Hugo Chavez (Nicolás Maduro), lo vimos en la Argentina de los Kirchner; pero también lo vimos en el Perú de Fujimori y, nada más y nada menos, en los Estados Unidos de Donald Trump. Muchas de las decisiones, alabadas en su momento, terminan saliendo caro en el mediano plazo, acentúan los problemas de fondo, y afectan a grupos que no estaban contemplados en determinado momento.
No es novedad que las amenazas populistas hoy provienen, en su mayoría, del Congreso de la República. En AmCham Perú hemos señalado, en más de una oportunidad, de los riesgos de las decisiones parlamentarias (muchas aprobadas por insistencia) y sus consecuencias. Por ejemplo, son pocos los que niegan que el sistema de pensiones tiene ser revisado y que debe responder a las necesidades de la gente; pero pasar de dicha reflexión a pensar que el Estado administre las pensiones y se empiece con la reforma es algo descabellado.
Una reciente encuesta de Ipsos señala que el 82% de los afiliados de las AFP están en contra de que el Estado sea el único administrador. Hoy en día, ni dichas medidas populistas tienen el respaldo de la gente; por lo que es tarea de todos informar y estar atentos ante dichas decisiones que, como ya se señaló, nos terminan perjudicando. El año pasado, a pesar de los constantes argumentos en contra y la carga fiscal que significaría para el Estado y los ciudadanos, se aprobó la ley que autorizaba la devolución de los aportantes de la ONP. El día de hoy, el Tribunal Constitucional lo declaró inconstitucional; en línea con los fundamentos económicos y políticos de lo que implicaba una ley tan dañina como ésa.
Una nueva propuesta, de la cual ya varios han mostrado su descontento y rechazo, es la de crear una aerolínea estatal para, ‘contar con una línea aérea bandera de bajo costo que garantice la integración vía aérea a de las regiones apoyando el comercio exterior y el turismo’, de acuerdo con Luis Simeón Hurtado (AP), presidente de la Comisión de Transportes y Comunicaciones.
Mas allá de la mala experiencia manejando empresas públicas (y aerolíneas estatales que no funcionaron), la propuesta es compleja, poco viable y, sobre todo, inoportuna. ¿Bajo qué contexto es una buena idea impulsar una aerolínea nacional cuando dicha industria está luchando por sobrevivir y el país lucha para frenar la propagación de un virus mortal? ¿Bajo qué contexto se impulsa una aerolínea con el objetivo de apoyar el comercio y el turismo cuando dichas industrias están casi igual de golpeadas que la industria aeronáutica? ¿Quién va a viajar en un contexto como el que nos toca vivir? ¿No sería ideal asegurar que dichos sectores se encuentren reactivados antes de proponer un proyecto como ése? Con respecto a esto último, ¿No sería mejor proponer leyes y/o fiscalizar en temas para superar la crisis sanitaria y luego reactivar los sectores que, como se mencionó, están golpeados?
Hoy, en el muy corto plazo, nos toca enfrentar la crisis sanitaria y económica, nada más. Tenemos que estar atentos, como ciudadanos, a iniciativas que no busquen atender estos problemas y/o que desvíen la atención de lo importante en este momento. Por otro lado, es importante analizar desde más de un frente aquellas propuestas que puedan sonar atractivas; cuando en realidad carecen de evidencia. La era de la información ‘a un par de clicks’ es ahora. Seamos responsables con lo que leamos y alcemos la voz, siempre con sustento, ante los desaciertos.