(En síntesis): Erradicar la atrocidad policial no reducirá la relación entre criminalidad y marginación si no se da acceso a los beneficios de las libertades económica, política y social.
Artículo realizado el 10 de junio del 2020
El clamor popular por reformas en el sistema policial de Estados Unidos para afrontar el uso irracional de la violencia y el racismo se ha prolongado por más de una semana de protestas por el evidente asesinato de George Floyd. La causa es justa y responde a la historia completa del país, incluidos los tiempos en que los colonizadores españoles, franceses e ingleses oprimieron a las tribus indias. Pero hay una miopía en los pedidos de las protestas actuales: se ha omitido el poder del buen uso de las libertades económica, social y política como soluciones.
Es cierto que el hecho de que subsista la marginación de grupos étnicos y raciales implica una deuda pendiente de saldar. Esto es particularmente relevante e implica una contradicción en la esencia del país, que es por excelencia el referente de sistema político y social basado en la libertad y la posibilidad de materializar las aspiraciones.
Entre estas contradicciones, ninguna opresión subyace en la escala ni significancia como la de los esclavos africanos y sus descendientes. Si George Floyd hubiese sido mestizo descendiente de indios norteamericanos, asiáticos o latinos, su muerte probablemente no habría causado el revuelo actual y no se habría llevado a presionar por cambios como los adelantados por California (un referente histórico de abuso de poder policial), Florida y la ciudad de Minneapolis.
Pero los cambios enfrentan solo una parte del problema. La histórica marginación prevalecerá si el esfuerzo se centra solo en restringir el uso de la fuerza a las circunstancias que lo ameriten, y a hacerlo en la medida necesaria. Una policía perfecta no resolverá los problemas de una sociedad injusta. Y esa injusticia surge de un trasfondo económico y social: no se necesita hacer un estudio econométrico para asumir que la incidencia de delincuencia responde a un balance respecto a la valoración de los riesgos vinculados a las penurias del hambre en comparación a los correspondientes a la aplicación de la ley.
Claramente, incrementar la aplicación de la fuerza no es el incentivo adecuado para reducir la delincuencia si esta se origina en la necesidad. Cabe precisar que no hay lugar para vincular los US$ 20 presuntamente falsos de George Floyd a una carencia económica, pero queda la premisa de que su muerte simboliza un sistema de alta incidencia de violencia y racismo. El incidente es un buen motivo para invocar a la acción sobre cómo montar una estrategia efectiva para reducir la criminalidad vinculada a poblaciones marginadas.
En este asunto, los científicos sociales sí tienen un buen reto para contribuir a montar las mejores estrategias sobre la base de estudios empíricos y romper prejuicios: ¿cuán efectivos han sido el crecimiento económico, la reducción de la pobreza, la mejora de la calidad de vida y la educación, en comparación a la aplicación de la fuerza para respetar el Estado de Derecho? Por otro lado, y apuntando la mira a los manifestantes: ¿cuán efectiva ha sido la aplicación de liderazgo positivo y pacífico en comparación al uso de la violencia para lograr cambios de políticas públicas, en comparación a las protestas violentas? Por último, y tal vez más fácil de responder: ¿Cuán menos viable es el cambio en las políticas bajo regímenes populistas en comparación a los más consecuentes con el balance democrático?
La ola de protestas antirracistas y en contra del abuso policial deben ser una oportunidad para elevar el respeto al Estado de Derecho a su máxima expresión: la sociedad debe pedir más que una solución inmediata y aprovechar para llegar al asunto de fondo. Es importante resaltar que el uso de la fuerza no debe ser satanizado si se aplica en defensa de la libertad y el respeto, y esto no está completo si no nos preocupamos por responder cuál es la mejor manera de incluir a los marginados y generar un entendimiento común. Pero quien le dé la espalda al crecimiento económico, el libre mercado y el respeto a la propiedad estará en la primera fila de los agresores a esta visión. Pensemos en esto para el caso peruano.