24 de Agosto del 2020
(En síntesis): Se requiere de un plan articulado para combatir al COVID-19; no de uno que sacrifique un sector a costa de otros.
«Sin salud no hay economía que recuperar». Dicha frase –totalmente justificada– se ha escuchado en más de una ocasión al ver que los nuevos casos de COVID-19 empezaron a subir luego del levantamiento de la cuarentena obligatoria. Por un lado, sobre todo en Lima, la gente saludó la decisión de cara a empezar con la reactivación económica. Ése fue el mensaje por parte del Ejecutivo, sin nunca dejar de lado lo importante que es cuidarse (#PrimeroMiSalud); pero en términos sanitarios, aún faltaba mucho por hacer –muchos departamentos siguen, a la fecha, en cuarentena obligatoria desde marzo–.
La semana del 9 al 15 de agosto ha sido la más crítica desde que empezó la pandemia –se registraron 9441 casos nuevos sólo el jueves y el domingo 15 pasamos por primera vez los 10,000 casos diarios–, la que también coincide con las nuevas medidas dictadas por el Gobierno para tratar de controlar la situación. Seis regiones y 36 provincias –muchas de éstas en Lima– entraron en cuarentena y se restringió, nuevamente, la movilidad los domingos. Ante esta decisión, surgen dudas de si verdaderamente serán efectivas las medidas y qué significará para la economía. ¿No causará más aglomeraciones los sábados y los lunes? ¿Qué diferencia hay entre el domingo y los demás días de la semana para efectos del contagio? El problema no está en el día, si no en el descuido.
En más de una ocasión se ha resaltado que la informalidad, junto con el mal/nulo servicio de muchas entidades públicas, fue uno de los factores que empeoró la crisis del COVID-19. La informalidad en el Perú fue de 71.1% al tercer trimestre del 2019, de acuerdo con el Centro de Investigación Empresarial de PERUCÁMARAS. Son más de 12 millones de personas que se encuentran trabajando, pero que no están sujetos a ninguna legislación laboral. Considerando la situación actual, no resultará sorpresa ver que este porcentaje oscile entre el 75% y 80% hacía fines del 2020. El último reporte del Instituto Nacional de Estadística e Informática señala que la población ocupada se redujo en 39.6% en el 2T2020, el desempleo en las áreas urbanas subió a 12.4% y casi un millón de personas se encuentra buscando trabajo de manera activa.
Las seis regiones y 36 provincias que han entrado en nueva cuarentena producen alrededor de un tercio del PBI y representan el 36% de los hogares a nivel nacional, según Hugo Santa María, socio y economista jefe de APOYO Consultoría. Lo preocupante es que una gran parte de ese grupo depende de las actividades del día a día y lo hacen en el sector informal.
De acuerdo con el informe de PERUCÁMARAS, tres de los seis departamentos cuentan con una informalidad por encima del promedio –Huánuco (87.2%), Junín (78.8%) y San Martín (83.3%)–. Por otro lado, los departamentos de las provincias que han vuelto entrar a cuarentena –Amazonas, Áncash, Apurímac, Ayacucho, Cajamarca, Cusco, Huancavelica, entre otros– también presentan niveles de informalidad muy elevados; poniendo en riesgo la situación de la gente que necesita salir, sí o sí, para poder trabajar.
Hoy la balanza se inclinando nuevamente hacia el sector salud frente al económico. Si bien la decisión –al ver cómo sigue evolucionando el virus en el Perú– tiene defensores, se tiene que pensar en soluciones que permitan ‘respirar’ a ambos sectores de manera balanceada. ¿Cuánto durará esta nueva estrategia? ¿Por cuánto tiempo será sostenible y/o la gente aguantará? ¿La población que entra nuevamente en periodo de aislamiento lo respetará? Todos hemos ajustado nuestros hábitos, estilos de vida, entre otros; y nos ha costado bastante. Es importante recordar que, si bien la situación está muy difícil en Lima, en provincias está mucho peor; y es justamente en esas regiones donde se han vuelto a imponer restricciones, hay más carencias, no hay un Estado presente y, por consecuencia, hay una mayor informalidad.
Son muchas preguntas que carecen de respuesta, pero lo preocupante es que no haya un plan que articule bien cómo recuperarnos en ambos frentes sin seguir sacrificando uno a costa del otro. Sin señales claras de un plan de acción –simplificación burocrática, lucha inmediata contra la corrupción producto del COVID-19, inversión masiva en salud, plan para entregar los bonos sociales de manera rápida y segura, entre otros– no saldremos de este círculo vicioso.