(En síntesis): El sector privado no ha dejado de ser un agente clave desde el inicio de la cuarentena. Los esfuerzos no pueden ser dejados de lado y hay mucho que las entidades públicas pueden aprender; sobre todo desde un enfoque gerencial.
Artículo actualizado el 29 de julio del 2020.
Lo que al inicio del año no fue percibido como una amenaza, hoy le está costando una caída superior al 15% a la economía peruana. El desenlace de la Guerra Comercial entre EE.UU. y China, el destrabe de grandes megaproyectos, la ejecución pendiente de la inversión pública y el rol del nuevo congreso –éste sigue siendo una preocupación mayor, dadas las decisiones tomadas en esta cuarentena–, eran los factores ‘a considerar’ como los drivers del desempeño económico entre enero y febrero del 2020. Todo cambió en menos de un mes, y lo que importa hoy en día son otras cosas: cómo reducir la propagación del COVID-19, cómo evitar la saturación total del sistema de salud y cómo reactivar la economía considerando las nuevas limitaciones por enfrentar.
Estamos en la etapa más difícil y la que requiere de mayor compromiso: reactivar la economía de manera prudente para evitar caer en una nueva ola de contagios. Si bien la economía, y por ende la situación laboral de muchas familias, ya no tiene espacio para aguantar las prolongaciones de aislamiento; es importante recordar que la tarea del Estado ha sido ganar tiempo. Abrir la economía a su totalidad no implica volver a hacer todo como antes: implica reinventarse y poner la salud por encima de todo. No tomar esto en cuenta nos podría costar una segunda ola de casos, lo cual sería totalmente insostenible para todos.
Durante el periodo de cuarentena, el COVID-19 ha puesto a prueba la capacidad de respuesta del Estado peruano desde diversos frentes: Ministerio de Economía y Finanzas, Ministerio de Salud, Policía Nacional, autoridades distritales y regionales, entre otros. La labor del congreso, por otro lado, deja mucho que desear. En el poco tiempo que tienen en el cargo, los temas que han puesto en agenda no corresponden a las necesidades actuales y, más aún, muchos parlamentarios no acataron las normas dictadas, se juntaron, contrajeron el virus y lo han propagado.
Nuevamente, el exceso de burocracia y choque de intereses han hecho que la respuesta –por más bienintencionada que parezca en el plan inicial– no se ejecute de manera correcta o que simplemente no llegue. Se ha visto desde un mal manejo en la entrega de canastas familiares, baja ejecución de los fondos para la lucha contra el COVID-19, a pesar de las transferencias, e importantes recursos (ventiladores mecánicos) que estaban varados en almacenes y sin poder usarlos.
Es dentro de los reconocimientos a la respuesta por parte del Estado –y las críticas por la mala ejecución–, dado que es el agente principal de cara a enfrentar la pandemia, que la labor de agentes privados pasa un poco por lo bajo. Hay varios ejemplos por destacar de acciones tomadas por las empresas. En las últimas semanas, APM Terminals ha entregado más de 1.2 millones de toneladas de alimentos a comedores populares, Nexa Resources ha entregado más de 37,000 mascarillas quirúrgicas al Gobierno Regional de Ica, Southern Perú ha realizado donaciones por más de S/8 millones, entre otras iniciativas. Asimismo, la capacidad de coordinar acciones de agentes privados es mucho más rápida: lo que el sector privado importa en cuatro días (productos certificados), el sector público lo hace en cuarenta y un días. Parte de la reactivación no sólo implicará que las empresas vuelvan, poco a poco, a operar, sino que éstas tengan un rol más activo dentro de las soluciones a la pandemia.
Son varias las empresas que ya han dado giros a sus operaciones para poder subsistir, ser sostenibles y cumplir con las nuevas regulaciones. Lo mismo tiene que hacer el Estado para solucionar los cuellos de botella que han vuelto a pasar factura en esta crisis. No adaptarse es camino seguro al fracaso. Lo que dijo la ministra de María Antonieta Alva recientemente –“El Perú no puede estar entre los primeros en macroeconomía y los últimos en calidad de los servicios públicos”– es uno de los muchos puntos a resolver. No hay espacio para cometer errores.