8 de Diciembre del 2020
Durante muchos años, el común denominador en nuestro país que, afecta y desalienta, las relaciones comerciales ha sido la intromisión de la corrupción, tanto en un ámbito público como privado. Un eco de esta afirmación, se puede encontrar en el último reporte del 2019 de la Encuesta Nacional de Percepción de la Corrupción, realizada por la ONG Proética, el Perú se ubica en el puesto 101 (de 180 países) del ranking de corrupción de Transparencia Internacional. Además, en América Latina y el Caribe se ha presentado un aumento de los niveles de corrupción en los últimos 12 meses, de acuerdo con el Barómetro Global de la Corrupción de TI.
Esta problemática dificulta el crecimiento económico e impacta de manera negativa en la sociedad, asentando desigualdades, desacelerando las oportunidades de desarrollo y privando de derechos humanos fundamentales a las poblaciones más vulnerables de nuestra región. Por ello, resulta indispensable el compromiso y medidas preventivas que, desde el sector privado, contribuyan en la disminución de la corrupción y, esto es posible, a través de la implementación de un adecuado Sistema de Compliance, que identifique los riesgos que se pueden presentar al interior de una organización, y así concentrar los esfuerzos de manera racional a través de la implementación sólida de controles y procesos, apoyados en el uso de la tecnología que suma eficiencia.
Este sistema anticorrupción no se limita únicamente al cumplimiento de la ley y de las políticas internas, sino que también debe velar por el respeto al Código de Conducta, el cual proporciona una base para la correcta toma de decisiones y fomenta la transparencia en las actividades empresariales. Para ello, se deben considerar tres elementos clave: Prevención, a través de una correcta gestión de riesgos, políticas, entrenamiento y comunicación; Detección, facilitando un canal de denuncia, control de procesos, auditorias e investigaciones y, finalmente, Respuesta, con acciones o sanciones frente a los actos no éticos en los que pudieran estar involucrados los colaboradores.
Para que las buenas prácticas de Compliance funcionen, el compromiso debe partir desde la alta dirección, estableciendo un claro ‘tone from the top’ que permita definir correctamente los parámetros en temas críticos de la empresa, considerando, por ejemplo, políticas anticorrupción, el evitar prácticas anticompetitivas, el respeto irrestricto a los derechos humanos y la sensibilidad respecto a la protección de datos personales.
De esta manera será posible dar cumplimiento a los procesos establecidos en el Sistema de Compliance e identificar de forma oportuna las posibles conductas contrarias a la buena práctica empresarial.
Es importante señalar que las empresas deberán basar sus prácticas en conductas éticas y hacer más transparentes sus negocios. No es una tarea sencilla y está claro que el primer desafío será la oportuna identificación de conductas sancionables, implementando nuevos controles preventivos a través en un sólido Sistema de Compliance.