18 de Noviembre del 2020
No hay duda alguna de que los tiempos de pandemia nos han empujado a entrar en un mundo que, de por sí, ya era inminente: el mundo virtual. Desde que empezó el confinamiento en marzo de este año nos vimos obligados a interactuar de manera virtual. Todos los aspectos de nuestras vidas, de nuestras familias, y amigos se virtualizaron.
Es así que empezamos a comprar por internet (ya no sólo libros o ropa, sino víveres de primera necesidad, medicinas, abarrotes, artículos de limpieza y protección sanitaria); trabajar y tener reuniones de trabajo desde casa –si bien algunos ya lo hacíamos en ocasiones, era por elección y la excepción, mientras que esta vez era por obligación y la regla general–; realizar gestiones bancarias y pagos de servicios; asisitir a los chicos en las clases virtuales del colegio; participar en webinars, charlas, capacitaciones; celebrar eventos sociales, tales como cumpleaños, babyshowers, aniversarios, fiestas, entre una enorme diversidad de entretenimientos; tener citas médicas; e, incluso, hacer deporte o nuestro hobby favorito por Internet.
Se puede decir que, de la noche a la mañana, la pandemia nos dio el “pequeño gran empujoncito” que necesitábamos para meternos de lleno en el mundo virtual, el mismo que si bien estaba allí hace muchos años y con el que ya coqueteábamos tímidamente; aún no era esencial en nuestro día a día.
Es así que todos nos convertimos –en modo supervivencia– en expertos internautas y usuarios de aplicaciones, plataformas y redes sociales. Y si no es así, que levante la mano quien a causa de la pandemia no se creó una cuenta en alguna red social o plataforma o no se descargó alguna aplicación del momento.
Sin embargo, la urgencia por adaptarse a la “nueva normalidad” y hacerse de las herramientas necesarias para interactuar en el mundo virtual, no debe hacernos perder de vista el valor de la información que compartimos día a día para ello y, en consecuencia, la importancia de su protección.
En efecto, cuando hacemos una compra en Internet o cuando creamos una cuenta en algún sitio web, aplicación, plataforma o red social, compartimos datos personales como nombres, apellidos, DNI, teléfono, móvil, correo electrónico, entre otros. Es más, nuestra intereracción en el mundo virtual y las cookies que vamos dejando a nuestro paso, permiten que nuestra Dirección IP y nuestro perfil de comportamiento sea identificado. Es por ello que las cookies y la Dirección IP constituyen datos personales y merecen protección también.
Y eso no es todo. Hay cierta información que, de alguna u otra forma, podríamos estar compartiendo y cuya sensibilidad la hace merecedora de una especial protección. Estos son los datos sensibles. Algunos ejemplos son los ingresos económicos, la salud y vida sexual, el origen racial y étnico, los datos biométricos y las convicciones religiosas y políticas.
Algunos podrían decir que esos datos no se comparten, pero no es así. Por poner un ejemplo, modernas formas de pago incluyen el uso de métodos biométricos para identificar a los usuarios. Esto ya sucede entre nosotros y alguna experiencia similar habrán vivido. Otro ejemplo en el que se comparten datos sensibles se verifica cuando tenemos citas médicas virtuales, y compartimos información sobre nuestra salud y hábitos de vida.
Es por lo antes mencionado que resulta de suma importancia que todos seamos conscientes del valor de la información que compartimos, así como de la necesidad de su protección.
De hecho, la Ley de Protección de Datos Personales (Ley Nº 29733) y su Reglamento (Decreto Supremo Nº 003-2013-JUS), desde el año 2011 y 2013, respectivamente, establecen los derechos y las obligaciones relacionadas a la protección de datos personales.
No obstante, hoy en día, la protección de datos personales cobra especial importancia, demandando a quienes recaben información como resultado de nuestra interacción en el mundo virtual que implementen medidas que permitan que en este contexto los datos personales se encuentren seguros y no sean víctima de usos y transferencias no autorizados, ni de robos, atentados o fugas de información. Ciertamente, uno de los retos más importantes de las organizaciones en el mundo virtual lo constituye la correcta implementación de la ciberseguridad. Estamos en un punto en que la inversión en ciberseguridad resulta inminente para las organizaciones, pues de ello dependerá su sostenibilidad en el mercado.
Por nuestra parte, nos toca ser conscientes de los datos personales que compartimos y exigir que éstos sean protegidos. Antes de compartir nuestros datos, revisemos las Políticas de Privacidad y de Protección de Datos Personales que nos ofrece el sitio web, la aplicación, la plataforma o la red social con la que interactuaremos, así como las Políticas de Cookies y las medidas de ciberseguridad implementadas. Recordemos que somos nosotros los principales interesados en que nuestros datos personales sean protegidos con medidas adecuadas y robustas.
Tanto organizaciones como ciudadanos debemos tener en cuenta que la “nueva normalidad” ha llegado para quedarse e, incluso una vez superada la pandemia, nada será lo mismo que antes. Nuestro destino es la interacción en el mundo virtual. Es así que todos debemos asumir los retos que ello implica. Estemos atentos y creemos conciencia en nuestras organizaciones, familias y círculos de amigos.