Sala de prensa

¿Estamos realmente dispuestos a cambiar?

Fecha: 7 de julio de 2020

Desde el rebranding de marcas, hasta las nuevas alternativas para hacer frente a la crisis económica, hay cosas que la sociedad no percibe como un problema y creen que pueden seguir su rumbo actual. ¿Hay intenciones de cambiar las cosas o sólo esperar que pase la pandemia?

La semana pasada, la icónica marca de chicha morada Negrita –propiedad de Alicorp– anunció que cambiará de nombre e imagen como parte de su estrategia de inclusión y diversidad. Como señalaron en su comunicado, “hoy vemos con otros ojos lo que simbolizan marcas e imágenes que llevan décadas de presencia en América Latina. Aquello que antes podía considerarse positivo, hoy resulta inapropiado pues somos conscientes de que se consolidan estereotipos que buscamos superar”. El cambio se da luego de que otras marcas internacionales hagan lo mismo con productos de las mismas características –como Aunt Jemima en EE. UU.; propiedad de Pepsico–. No hay duda, tampoco, que estos grandes cambios se estén dando luego del reciente asesinato de George Floyd y las revueltas que ocurrieron en EE. UU. en busca de un trato más igualitario, detener el abuso policial y, de cierta forma, reivindicar a la raza negra; oprimida hasta el día de hoy.

Las protestas por la necesidad de cambio en Estados Unidos fueron reconocidas y destacadas por muchos compatriotas en nuestro país. Otros, aprovechando que el tema de clases y abuso se ‘puso’ en la mesa, buscaron darle un aterrizaje local y exponer los niveles de racismo que aún persisten en nuestra sociedad y, en general, el tema dio para hablar sobre los problemas estructurales del Perú – mucho mayores al color de piel de una persona–. Ahora que Alicorp, a través de Negrita, dio un importante paso adelante con el cambio de imagen, la respuesta no ha sido la misma. “Que se están colgando de la coyuntura”, “que es una marca que tiene años y es tradición”, “que aquí es diferente”, “que es hipócrita porque no tienen mucha gente negra en planilla”, entre otros. Dichos fueron algunos de los comentarios y reacciones, tras al anuncio de la empresa en distintas redes sociales. Se pueden hacer muchas reflexiones de este último punto y discutir si verdaderamente queremos cambiar como sociedad en varios aspectos.

Reconociendo las fallas

Es difícil reconocer que ideas o conceptos a los que uno está acostumbrado tienen fallas, causan daño o refuerzan prejuicios de manera indirecta. Esto es lo que sucedía con Negrita –y muchas marcas aún–: reforzar la idea de la mujer negra en la cocina y/o con el rol de sirvienta. El no darse cuenta de esto, o ‘arañarse’ con el resto de que es un problema sobredimensionado, es no darse cuenta de que los tiempos cambian y es necesario cambiar de imagen ante las nuevas realidades.

Es tarea de las empresas hacer una autoevaluación del mensaje que transmiten al público y a la nueva normalidad –sociedades más inclusivas, castigo al odio, ser eco amigables, entre otros–. La sostenibilidad empresarial no sólo depende de reducir el impacto ambiental, implica adaptarse a los grandes cambios, reconocer fallas y arreglarlas.

Así como los hechos concretos de abuso y racismo están llevando a cambios en la industria, la crisis sanitaria y económica producto del COVID-19 debe llevar a cuestionarnos sobre las fallas en el modelo y las instituciones que han permitido que nuestra situación se agrave tanto. La gente que sólo espera que las cosas ‘vuelvan a la normalidad’ tiene, de cierta forma, una reacción parecida a los que señalaban que el cambio de marca de Negrita es exagerado o que siempre ha sido así. Nuestras instituciones públicas están en crisis y saturadas desde hace años, convivimos con la corrupción, hemos fallado en garantizar derechos básicos a todos los peruanos y estamos muy enfocados en una discusión totalmente polarizada en vez de pensar en cómo lograr los objetivos que mejoran la calidad de vida de la población (mejora de servicios públicos, educación y salud de calidad, luchar contra la desigualdad para generar más oportunidades, entre otros).

Es momento de cuestionar todo, desde la forma cómo han estado actuando los diferentes gobiernos, algunos políticos, ONGs y empresarios para la nueva convivencia. En la medida que esto se haga, se encontrarán fallas y oportunidades de mejora, dado que no existen modelos perfectos: todos tienen fecha de vencimiento y/o de ajuste. Criticar o satanizar a los que proponen ideas de cambio, no aportar al debate, o mantenerse reacios frente al hecho de que se necesitan ajustes a nivel nacional y global es lo último que se necesita.

La importancia de nuevas ideas y escuchar

Las cosas no van a volver a ser como antes; eso ya lo ha dicho más de un científico. Es difícil asimilar que estamos viviendo una crisis mayor a muchas de las que ya nos ha tocado vivir –Guerra del Pacífico, Gran Depresión, Crisis Financiera, entre otras–. Es más difícil aún asimilar que se vendrán cambios estructurales para evitar recaer y son muchas cosas las que se están cuestionando en este momento: el esfuerzo que hemos hecho para frenar el cambio climático, los pros y contras del libre mercado, el impacto de la globalización y la interconectividad, el rol de los gobiernos para reaccionar ante las emergencias y las diferencias abismales (en términos de desarrollo) entre las diversas regiones.

Las ideas que surjan, junto con algunas de las que ya han surgido y están en plena discusión– universal basic income, más inversión en investigación y desarrollo, etc.–, deben ser consideradas dentro del debate. Nuevos problemas requieren de nuevas soluciones; y es hacia eso donde el desarrollo apunta. El COVID-19 eventualmente se irá, pero ha expuesto muchos problemas que acentuaron la crisis y tienen que ser tratados ya. Los problemas exagerados no existen; la falta de voluntad por reconocer los errores y la necesidad de cambio, sí.