Sala de prensa

Sin inversión, no hay crecimiento ni calidad de vida

Fecha: 9 de agosto de 2019

Qué duda cabe que debemos reconocer el ímpetu que el gobierno ha puesto en su lucha contra la corrupción, en un contexto donde muchas empresas se sentían imposibilitadas de competir o no lo querían hacer para no demostrar complacencia con la misma. Asimismo, no es menos loable el esfuerzo por lograr avances en las reformas institucionales, como la política y la judicial. Claro que sí, pese a no son las únicas reformas que se necesitan, entre muchas otras, la laboral, y la del propio Estado. Aunque los últimos acontecimientos atentan seriamente contra la gobernabilidad, los esfuerzos para lograr la construcción del proyecto Tía María, una inversión de $1,400 MM, que generará empleo y el bienestar de la población, también hay que destacarlos.

Sin embargo, aún falta mucho para ser un país, en el que prime la democracia, la libertad, la oportunidad para los que más se esfuerzan y, por supuesto, mayor prosperidad para todos. En ese sentido, existe mucha preocupación por parte del empresariado para que se mantenga la estabilidad jurídica y el Estado de Derecho, tan necesarios para atraer inversiones. Sin estos factores no puede haber predictibilidad. Y sin predictibilidad surge la incertidumbre, el temor, y se ahuyenta la esperanza, la inversión y el futuro.

En ciertos sectores del gobierno, se percibe por momentos un sentimiento anti-empresa. Pareciera que algunos funcionarios -quizá sin dimensionar a cabalidad las repercusiones de algunas decisiones- obstaculizan la inversión, tanto la nueva como la existente, sin entender que es la que crea empleo y bienestar. Los trámites y las demoras inexplicables siguen siendo un obstáculo para reducir la pobreza. Debemos apostar por la mejora en productividad, la atracción de inversiones, la reducción de los excesivos trámites y rigideces que abruman al ciudadano y dificultan la operación de las empresas.

Hay objetivos indiscutibles que deben trascender cualquier postura, como lograr el crecimiento del empleo formal en forma sostenible, basados en competitividad y libre mercado. La imposibilidad de despedir es la rigidez laboral que más afecta la formalidad en la empleabilidad. Si queremos ser un país medianamente desarrollado, debemos erradicar esa cultura “chicha” que abunda en informalidad, probablemente basada en la necesidad de buscar mecanismos de supervivencia, en una maraña donde hay exceso de Estado, donde no debe haber tal abundancia; y carencia total de Estado, donde debe haber fuerte presencia.

Esto tampoco se logrará si no se mejoran los servicios públicos, con el fin de retribuir al ciudadano por sus aportes. El Estado debe mejorar la atención de educación, salud y seguridad. El populismo encuentra oportunidades ante la ausencia de calidad del Estado, y el truncamiento de posibilidades para salir adelante por cuenta propia.

Es imprescindible lograr un trabajo conjunto entre Estado, empresas, organizaciones sin fines de lucro, y ciudanía, de tal forma que nuestros intereses queden alineados hacia la maximización del bienestar, en un marco de ética y responsabilidad con el entorno que aseguren una verdadera sostenibilidad. Trabajemos juntos para mantener la mejora de bienestar del país con mayor producción y empleo.